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Entre la luz y la oscuridad.

Hay millones de estrellas, galaxias, y constelaciones; hay miles de universos, paralelos, desconocidos. Todos están unidos por un mismo espacio, un único tiempo. Más allá de nuestra consciencia, creamos un cielo y un infierno para mentalizar un algo después de nuestro paso por el mundo, y lo cierto, es que puede que lo haya, pero nunca lo sabremos.

  Puedo desaparecer entre bosques, o perderme bajo el suelo mientras mi alma deambula sobre tierra firme, y mi fantasma observa a mis seres queridos; pero, nada de esto me hará dejar de amarte como te amo, nadie podrá borrarme los recuerdos que has dejado grabamos en mi piel, y mi consciencia.



 Tal vez algún día, mi luz sea absorbida por mi oscuridad, si esto llegase a acontecer, seguirías siendo la debilidad de lo más oscuro que hay en mi, pues ya eres parte de ambas, implícito en mi corazón, como si cosa del destino  juntos vernos fuere.

Melodías vertebrales

La música es un arte itinerante de nuestra mente. Es una incomprendida, por la mayoría de nosotros, pues la música va mucho mas allá de nuestra concepción. Tocar un instrumento no es conocer la armonía absoluta, el solfeo perfecto, ni la capacidad de crear. Bien es cierto, que hay gente capaz de tocar varios aparatos, y eso les acerca un poco mas a la grandeza, pero no a la verdad.

La música es inexplicable, incluso con palabras, es lo más complicado de crear por el ser humano. Hay genios, como Mozart, que nos han obsequiado con piezas inolvidables, pero, aun así, nadie ha podido regalarnos una descripción de lo que supone en verdad la música.


 Capaz de hacer reír a la persona más depresiva, llorar al más rudo de los seres humanos y dar sentido a la propia vida. Existen melodías vertebrales, que dan sentido a nuestra existencia, mejor que muchas palabras; esas armonías, no pueden explicarse, pues los sentimientos se viven, pero no pueden transmitirse.

La atenta mirada de Dios


Cuando era pequeña, creía que todos habíamos llegado al mundo, de la mano de Dios. Pensaba que todos estábamos destinados a algún fin en la tierra, y que, por lo tanto, debíamos entregarnos al cien por cien, a ese fin.

Con los años, descubrí, que las connotaciones de aquellas palabras, eran diferentes. Que Dios, eramos nosotros mismos, que nosotros no debíamos recurrir a la oración, si no a la fuerza, a nuestra propia fuerza interior, a nuestra capacidad de sobrellevar las cosas. Dios somos nuestro aguante, nuestra suerte, nuestro destino; y fin, no era lo que veníamos a hacer al mundo, sino, que era el acabar de nuestro mundo, donde se unía nuestra muerte, con la trayectoria de nuestra vida.

La vida tiene una banda sonora compuesta de palabras, emociones, hechos y canciones, pero todas ellas dependen de un factor común, nosotros mismos. No somos plenamente conscientes de los sucesos, no podemos programarlos todos, pero podemos encaminarnos a lo que pasará. Es por eso, que ahora me doy cuenta, de que el lugar al que he llegado, es la suma de mis actos, el destino y mi suerte.

Vivir bajo la condición de la felicidad.

Lucha es una palabra que se adhiere a nuestras capacidades para alcanzar el éxito. Que absurda puede parecer la idea de querer alcanzar algo que consideramos imposible, por el mero hecho de que es esa, la idea que nos han inculcado.

 Desechamos demasiados propósitos por no creerlos reales. No es absurdo tener fe en nosotros mismos y en nuestros sueños; es cierto que es difícil, pero en la vida, todo lo es. Si nosotros mismos rompemos nuestras ganas, destrozamos cualquier posibilidad de hacer algo imposible, verdadero.


Jugamos en contra de las personas realistas, las que conciben el mundo como trabajo y dinero, un lugar exclusivamente hecho para las personas que tienen un buen sueldo. Pero disfrutar de la vida conlleva otras cosas, nos acerca a la música, a la poesía y a la escritura, nos acerca a miles de profesiones que son para quien las ama, y disfruta con ellas, sin el hecho de querer ganar mucho por ello.

Podemos pasar toda una vida centrados en algo que no nos disgusta para tener mucho, pero a cambio estamos perdiendo. Vivir para trabajar, en vez de trabajar para vivir, cumpliendo nuestras verdaderas metas. Por que podemos pasar toda una vida sin descubrir que somos buenos en algo, o sin disfrutar de los verdaderos placeres que nos aporta nuestra existencia; porque dando nuestro trabajo al dinero, estamos perdiendo felicidad.